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07 marzo, 2009

UNO

… Y si decir nada, se dijeron todo tan solo con una mirada…. Ella lo tomo de la mano y corrió en dirección a sus casa, prácticamente arrastrándolo detrás de si…

Cruzaron así sin dar importancia a los rojos guiños de los semáforos de turno, una a una, cada esquina… sonriendo y sin hablar, disfrutando ese corto recorrido, cada una de esas 9 cuadras…

Su desesperación por llegar, la calle desierta… y por simpleza del azar, o por eterna conspiración del universo… el dios de la lluvia, no quiso perderse el momento, y tronó…

El se detuvo, mirado al cielo, y sin soltar su mano la obligo a detenerse, ella giró, pero antes de poder decir nada la primer gota de lluvia golpeo su frente…
La miró con esa sonrisa en el rostro que solo tienen aquellos que han encontrado el amor… ella no necesito explicaciones.

La atrajo junto a el, sin soltar un segundo su mano y sus labios se aprestaron para el tan ansiado encuentro…
Ella acaricio su rostro, el trenzo su mano con los cabellos del revés de su frente. La respiración de ambos que se acopla y se detiene, sus ojos que sin dejar de verse se cierran y ese recorrido eterno que recorren, de su boca a su boca.

El tan deseado momento, un silencio que enmudece al mundo entero, toda esa energía que por fin se libera, y la fuerza de la verdad más grande de todas… la fuerza del amor…

Y como correspondiendo a su juego de amantes, un cielo que llora y se deja caer, llenando con el sonar de sus lagrimas, que sus oídos suenan como aplausos ante tan bello momento.

La respiración sostenida, el muto deseo de eternidad… el agua cubriéndolos por completo y ese instante siempre imperfecto en el que se interrumpe un beso.

El abrió sus brazos, tomando apenas distancia, de cara al cielo… como respondiendo ante tal ovación… giró un par de veces sobre si mismo, hasta que esas manos, que sabia tan suyas, lo detienen para continuar el viaje…

Dos cuadras que se vuelven eternas, no por distancias, si no, porque cada segundo sirve de excusa para detenerse a bucear en el profundo mar de los besos.

Una llave pequeña, un piso en escalera, el amparo de la lluvia y la definitiva derrota de la soledad.

El rito de una puerta que se abre ante sus ojos, la oscuridad de la noche y la seguridad de que ambos nacieron, hace veinte años ya, solo para consagrar ese momento.

Las palabras, que por bellas que fueran, sobran, y el silencio que habla con caricias se hizo dueño enteramente del momento…
Sus cuerpos indiferentes a la humedad que los cubre se acercan, se conocen, se saborean, se investigan, se descubren…

Una vida de espera justificada en minutos… la ropa que en el piso suena estruendosa por el peso del agua que lleva… la desnudez de su piel reflejada por un tenue haz de luz… la paz y el silencio que antecede al estruendo… sus manos, sus huellas, sus ojos, sus labios, sus cumbres…

Y la magia del amor que lo cubre todo, en ese espacio pronto que es la alfombra de la sala… y la cama que tan lejos de sus mentes, yace sola a kilómetros de distancia…

Caen hechizados al suelo… dos seres se vuelven uno y el aroma de sus cuellos y su aliento cubre cada rincón de la habitación...

Sos manos, mareadas por recorrer tantos caminos, se entrelazan al fin sirviendo de estribo ante tanta locura… el vaivén del deseo, el aire que se podía cortar… La lluvia nace ahora de sus cuerpos, en el candente ritual del amor, los besos que celan los labios, el tiempo que vuelven eterno…

Sus ojos que así se buscan, se encuentran, se miran… y la cumbre de aquel camino que finalmente los alcanza…
La respuesta a todas sus plegarias, la realidad de todos sus sueños, el justificativo a tanto tiempo de espera… la razón de tantas batallas perdidas…

El silencio del alma y el grito, que sin ser pronunciado, opaca al mismo cielo… sus cuerpos se funden en uno y ese mágico instante que crearon los toma por completo…

Un par de segundos donde el tiempo y e mundo desaparecen…

Su respiración es lo único que se oye ahora… sus labios que se miran y sus ojos que se besan… caen rendidos de tanto amar, entrelazados de pies y de manos… procurando eterna esa unidad de cuerpo y alma, que solo pueden darse en presencia del amor…

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