Perdóname
Madre, tu que vives en mí, porque en mi descuido te he expuesto a maltratos,
insultos y situaciones despreciables que distan de ser dignas de su dulzura.
Perdóname
Padre, tu que vives en mí, porque en mi ignorancia he pronunciado juicios en tu
nombre, he atacado a mis hermanos, me he sentido menos e incluso más que ellos
y nada de esto forma parte de tu divina verdad.
Perdóname
madre, tu que eres mi cuerpo, porque en mi andar dormido por el mundo, te he
apartado de los ciclos naturales, abandonándote en ambientes nocivos, en largos
días de rutina sin descanso, en noches grises llenas de humo y faltas de arte.
Perdóname
padre, tu que eres mi mente, pues he confundido sabiduría con conocimiento y en
mi afán de acercarme a ti, me he alejado del centro divino en el que todo se
comprende desde la única mente que concibes para nosotros, es decir, desde el
corazón.
Perdóname
madre, tu que eres el amor, porque en mi mecánica carrera por satisfacer
necesidades de toda índole, he realizado los más crueles actos contra mis
hermas, siempre con la bandera del amor que eres, y que en verdad he sido incapaz
de sentir.
Perdóname
padre, tu que eres el silencio, porque he aturdido con sonidos desagradables
los espacios más sagrados de mi ser, porque me he negado a tu bendición de
soledad y porque he destruido la calma con escritos y reproches, cada vez que
te posabas sobre mi almohada.
Perdóname
madre, tu que eres mis ojos, por mantenerte despierta tantas horas sin ningún
motivo, por negarte los colores vivos del campo y someterte a las 18 pulgadas
de mi monitor, hora tras hora, día tras día.
Perdóname Padre,
tú que eres mis pies, por negarte el contacto con la tierra los Domingos, por
forzarte a descansar más de la cuenta, por no recorrer contigo las distancias
que me separan de aquellos a quien tanto extraño.
Perdóname
madre, tu que eres mis manos, por no ser sincero con tu tiempo de creación, por
no entregarme al parto de tus historias cada día. Perdóname por no poder ver cuán
maravillosas son las obras que tu luz me obsequia por entre mis dedos. Perdón
por haberlas usado para blandir espadas en lugar de destinarlas para sanar,
perdón por haberlas usado para separar en lugar de abrazar, de unir, con ellas.
Perdóname
Padre, tu que eres mi voz, por lanzar tus canciones al olvido, por no dejar
estallar las danzas de las hadas en mi pecho y por utilizar tu poder para
manipular el camino de mis hermanos, como así también para destruir los sueños
de aquellos, que en su debilidad, se acercaron buscando consejo.
Perdóname
madre, por haber sido incapaz de reconocer el amor, perdóname padre por no
tener el coraje de entregarme a tus brazos y fluir así con el camino que hemos
pactado para mí.
Perdónenme
ustedes que son la vida eterna y la muerte constante, porque en mi ceguera me
encuentro en el umbral que no me permite estar ni de un lado ni del otro,
perdónenme por no saber explotar los dones que me han otorgado.
Pero ante
todo, Madre, Padre, les pido me perdonen porque a pesar de mi suplica esta
noche, lejos estoy de poder cambiar algo de lo que soy.

Perdóname
madre y cárgame en tu vientre, para poder ver la luz nueva en Yule, para volver
a nacer a la vida del mundo que quieres y creo posible. Cárgame y renuévame
madre, como la tierra absorbe la sabia para regenerarla, regenérame y tráeme luego
a la vida nueva.
La sangre
paga a aquella que me recibirá, la sangre paga a aquél que me transformará. El
gesto de morir inicia el viaje hacia la oscura noche. Como una flor que se
congela lentamente, conforme el fuego se extingue, también me extinguiré.
Madre camino de tu mano,
Padre muero contigo.
Luces negras por hoy,
Oscuro es el nuevo camino
En la hora inicial de la noche,
y el primer rayo de sol mañana
Vida y muerte un mismo trazo son
Del espejo en que brilla mi alma.
Sangre para el viaje
Sangre para el viajero
La puerta está abierta
El viaje comienza conmigo.
En amor y en armonía
Muero porque todo es eterno
Renaceré porque todo debe morir
Respiro… Muero… Respiro.
