… Imaginen la sorpresa de la Razón cuando al entrar al castillo, agitada y con la espada en alto, seguida por sus 100 mejores hombres se encontró con tal imagen…
Las mujeres más bellas del reino bailaban en los jardines y salieron a recibirlos.
Los soldados se miraban entre sí mientras las damas los vestían con coloridos collares y sombreros, al mismo tiempo que la música comenzaba a ganarle al sonido de sus acelerados corazones.
A pocos metros, en una gran mesa blanca el corazón disfrutaba, junto a un grupo de jóvenes, un inmenso tazón frutas frescas.
Confundida, la Razón, al ver que tanto su enemigo como sus generales lucían desarmados y sin el menor atisbo de preocupación que su presencia solía causarles, enfundó su espada conteniendo la respiración. Sus hombres lo imitaron.
Dio algunos pasos sin dejar de mirar a Corazón, mientras exhalaba lentamente como si pudiera saborear el aire al salir de su pecho. Se detuvo a escasos metros de la mesa y tomó una copa de jugo de la mano de una pequeña emoción que pasaba por su lado.
El corazón esbozó una sonrisa, Razón levantó la copa y sin decir palabra, bebió a fondo blanco la fresca bebida, devolvió al joven su vaso, caminó hasta la entrada del castillo, monto su caballo y emprendió el viaje de regreso.
…Imaginen la sorpresa de la Razón cuando al entrar al castillo, agitada y con la espada en alto, se encontró con tal imagen… Imaginen su calma al regresar a casa, abrazar a sus supuestos y decirles finalmente, que todo había terminado.
(No hay espacio para más luchas, las herrerías solo producen cucharas, y los escudos se utilizan para deslizarse montaña abajo en las épocas de nieve… no hay espacio para más guerras, todo es armonía... todo es amor)
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